domingo, 14 de abril de 2013

NO SE TRATA SOLO DE LA VOZ



La voz es el eje principal sobre el cual se lleva el discurso radial. Y tiene un significado especial de pendiendo del manejo y la intención comunicativa que se de a cada palabra. Por lo que aI hablar  en la radio, se debe hablar con imágenes, las Palabras deben crear imágenes. Pues no es  solamente hablar por hablar, si no que en los programas se pueden crear imágenes a través de recursos metafóricos, utilizando colores, describiendo objetos, narrando historias exagerando, pintando escenarios. Etc. Ya que la imaginación, es un elemento clave para el discurso radial, abre múltiples posibilidades para el encuentro diario con el oyente. Por lo que es necesario pensar en una estructura flexible, con diversas formas de iniciar un programa, diferentes saludos y cierres, recursos, formas de abordar al oyente, recibir despedir una intervención telefónica, enviar a comerciales, presentar canciones, etc.
 Frecuentemente escuchamos decir “fulanito tiene voz de locutor” Sí, efectivamente, existen voces que tienen ventajas sobre otras que son más agradables o bonitas por así decirlo “voces radio eufónicas”. Pero también ejemplos sobran de locutores y locutoras famosos que no tuvieron o tienen ese tipo de voz y sin embargo han sentado cátedra en nuestros medios.
Existen defectos muy graves que deben ser corregidas, entre ellos, las voces roncas, desentonadas, infantiles, etc., también existen los vulgarismos o barbarismos de personas carentes de los más elementales signos de cultura. Por otro lado encontramos los defectos de pronunciación, los que son más frecuentes, a los que escuchamos por nuestros medios.
El carácter colectivo del trabajo radial también se manifiesta en la excelencia que pueda alcanzar un locutor, cuando los guionistas redactan para que el material se pueda interpretar ante el micrófono o mirando al telepronter. Los textos deben estar escritos para ser hablados y no para ser leídos. Un buen locutor  debe dar la sensación de que está hablando, aunque en la realidad esté leyendo. Eso es parte de su profesionalismo. Hay que hacer énfasis en el uso del telepronter, valioso instrumento de  la televisión que debemos conocer para usar a nuestro favor, para  jugar con  él, pero nunca para hacernos dependientes ni para dejarnos esclavizar.
Hay que tener presente que la lectura correcta en radio no sólo se logra observando los signos ortográficos propiamente dichos, sino también aquellos, como las pausas facilitan la naturalidad expositiva. Sin embargo, el tono y la intensidad, el volumen de la voz, son en ellos totalmente distintos de los que utilizan los oradores en una plaza o en un recinto repleto de público. Por lo que el locutor o locutora, tiene qué elevar su tono de voz, ni aumentar su intensidad o volumen.
Las personas nos identificamos por medio del sonido de la voz, porque cada ser humano tiene un timbre personal. Los programas se identifican en la radio por la voz. Muchas veces las personas no recuerdan el nombre del programa ni el de la emisora, sino el del profesional que lo conduce.
La voz debe tener rostro de credibilidad. En primer lugar hay que creer en lo que se dice. Por ello los locutores no pueden  leer poco,  no tener nada original que decir, ni descuidar la forma de lo que dicen. Los profesionales de la voz necesitan estudiar constantemente, no para demostrar que saben, sino para comunicarse  mejor con los oyentes.

LA HISTORIA DE LA RADIO

 Esta información fue sacada de la pagina  www.radialistas.net 

Eres un Radialista apasionad@....???
Todos nos preguntamos como surgió la radio, pues bien les cuento que indagando me encontré esta pagina ( www.radialistas.net) que aparte de tener información sobre la historia de la radio me párese muy didáctica y espontanea la manera en que la dice.
Juzguen ustedes.



¿Fruto de la casualidad? ¿Ingenio humano? ¿Observación de los fenómenos naturales? No hubo un sólo camino para que los grandes inventores de la humanidad alcanzaran sus descubrimientos. Y, por lo general, nunca lo hicieron solos. Lo mismo sucedió con la radio. 


Siempre nos contaron que fue el italiano Marconi quien la inventó, pero como veremos en esta abreviada historia de la Radio, no es del todo cierto. Pero no adelantemos la historia y vayamos al principio. Para eso, lo mejor será subirnos a una máquina del tiempo que nos llevará, en primer lugar, a la Antigua Grecia, año 600 antes de nuestra era. 
En silencio, nos acercamos a Tales de Mileto que se encuentra frotando intensamente un trozo de ámbar. Tanto y tanto frota, que del ámbar saltan chispas. Son los albores de la electricidad que debe su nombre, precisamente, al ámbar, que los griegos llamaban elektrón.

Dejamos Grecia para, en un largo viaje en el tiempo, transportarnos hasta el siglo XVIII, cuando la mayor parte de los científicos dedicaron sus esfuerzos a entender la energía eléctrica. Al bajar de nuestra máquina, en 1752, nos encontramos al norteamericano Benjamín Franklin, volando una cometa en plena tormenta. La punta del papalote o barrilete, como también la llaman, era de metal y uno de los rayos impacta en ella directamente. Franklin acaba de inventar el pararrayos.

Adelantamos unos años, hasta 1800. Cambiando de siglo, el italiano Alessandro Volta inventa la pila, logrando producir por primera vez corriente eléctrica continua.  
Continuamos en este fugaz viaje por la historia en nuestra máquina del tiempo y llegamos a 1819. El danés Hans Christian Orsted juega con la aguja imantada de una brújula. Por accidente, le acerca un cable conectado a una pila y no puede salir de su asombro al ver que la aguja se mueve. Se evidencia por primera vez la relación entre la electricidad y el magnetismo.

Ahora detenemos nuestra máquina del tiempo en 1844. Un simpático barbudo nacido en 1791, Samuel Morse, produce sonidos con un extraño aparato llamado telégrafo. Un electroimán recibe impulsos eléctricos que se plasman en un papel en forma de puntos y rayas. El telegrafista los interpreta en base al alfabeto morse que, todavía hoy, tiene vigencia. Es el primer sistema de comunicación a larga distancia que llena de cables a Estados Unidos para llevar mensajes de ciudad en ciudad. 

Cruzamos ahora el océano para irnos hasta Escocia, año 1873. Allí, están a punto de ser formuladas unas leyes que revolucionarán la ciencia. Nos recibe el físico James Maxwell y nos muestra sus famosas ecuaciones. Con ellas, traza la relación matemática entre los campos eléctricos y los magnéticos, demostrando al mundo, al menos de forma teórica, que fenómenos naturales, como la luz del sol, son electromagnéticos. A partir de Maxwell, muchos de los avances teóricos y científicos comienzan a llevarse a la práctica y aparecen inventos que cambiarán la forma de ver y entender el mundo. 
Subimos de nuevo a la nave para regresar a Estados Unidos, año 1876. Alexander Graham Bell patenta su revolucionario invento, el teléfono. Esta presentación no está exenta de polémica. En este siglo, las peleas por el robo de inventos son frecuentes. Parece ser que el pícaro de Bell ha sido más rápido en patentarlo, aunque el verdadero inventor del teléfono es Antonio Meucci. 

Con este artilugio, ya no hace falta comunicarse a través de puntos y rayas. Ahora podemos hablar directamente, al menos hasta donde alcanzan los cables, que incluso cruzan el gran océano comunicando los dos continentes.
Pero, ¿y los barcos que navegan por ese océano? ¿Y los lugares donde es imposible llegar con cables? La comunidad científica, insatisfecha, busca respuestas para llevar la comunicación sin cables o inalámbrica a todos los rincones del planeta. Las bases científicas están dadas. Maxwell ha demostrado en papel que las ondas electromagnéticas pueden viajar por el espacio llevando energía. Ahora, el reto es averiguar cómo crear artificialmente esas ondas y cómo transmitirlas. ¿Cómo pasar de la teoría a la práctica? Subamos a nuestra máquina del tiempo para descubrirlo, aunque eso sucederá cuando aterricemos en el siguiente radioclip.

MEMORIA COLECTIVA Y OLVIDO


Todos somos sujetos de la historia, nuestra vida y experiencia se entreteje con la vida y experiencia de otras personas, y así se conforma la gran red de las sociedades en el tiempo. De ahí que nuestro testimonio de lo vivido sea valioso y merezca ser recordado en la reconstrucción de la historia.
Por lo tanto en una sociedad los habitantes se convierte en protagonistas de su vida, surgen  dialogo que entrelaza la escritura, la cual es de suma importancia, donde la palabra es sagrada y la función de ésta, está en la cotidianidad afianzando no solo los lazos de comunicación sino de la identidad misma.

Los relatos orales son transmitidos de generación en generación, de boca en boca, a través nuestros abuelos, tíos y amigos, que más de una vez nos dejaron asombrados y perplejos con maravillosas historias de miedo, provocando en nosotros un interés cada vez más recurrente, poniendo a prueba todos nuestros sentidos, compenetrándonos y haciéndonos parte de cada palabra y hechos, como si fuéramos los mismos personajes. Estos cuentos grabados en la memoria como los personajes míticos; el mohán, la patasola, la llorona, la madre de agua y hasta el mismo personaje travieso y malicioso: “el duende”;   forman parte de nuestras vivencias. La ubicación exacta del lugar cumple la función de dar veracidad a su relato, en cuanto al tiempo, es impreciso debido a que lo más importante, es dónde ocurrió el hecho y no el cuándo. Las historias narradas oralmente, tienen un gran valor en cuanto a su información cultural, la oralidad es el vehículo ideal por el que se transmite esta cultura.

Por otro lado, Colombia, es un país que ha sido vulnerado históricamente por la guerra, el conflicto, la desaparición forzada, la corrupción y la impunidad, entre otros. Sin embargo se han escrito las páginas de su historia desde el tradicionalismo heroico, resaltando los personajes aparentemente  “importantes” de la sociedad, y olvidándose de todas y todos aquellos que también hacen historia.

En la vida cotidiana las funciones sociales de la música popular están relacionadas con la creación de la identidad, con el manejo de los sentimientos y con la organización del tiempo. Cada una de estas funciones depende, a su vez, de nuestra concepción de la música como algo que puede ser poseído. Desde esta base sociológica, podemos abordar ya las cuestiones estéticas, podemos entender los juicios de los oyentes y concretar algo más la cuestión del valor de la música popular. En al menos los últimos cincuenta años la música popular ha constituido una vía fundamental para aprender a entendernos como sujetos históricos, con identidad étnica, de clase y de género, ya que esta música popular puede poner en juego el sentido de identidad, el cual se podrá acomodar o no al modo en que nos situemos respecto a otras fuerzas sociales.