domingo, 14 de abril de 2013

MEMORIA COLECTIVA Y OLVIDO


Todos somos sujetos de la historia, nuestra vida y experiencia se entreteje con la vida y experiencia de otras personas, y así se conforma la gran red de las sociedades en el tiempo. De ahí que nuestro testimonio de lo vivido sea valioso y merezca ser recordado en la reconstrucción de la historia.
Por lo tanto en una sociedad los habitantes se convierte en protagonistas de su vida, surgen  dialogo que entrelaza la escritura, la cual es de suma importancia, donde la palabra es sagrada y la función de ésta, está en la cotidianidad afianzando no solo los lazos de comunicación sino de la identidad misma.

Los relatos orales son transmitidos de generación en generación, de boca en boca, a través nuestros abuelos, tíos y amigos, que más de una vez nos dejaron asombrados y perplejos con maravillosas historias de miedo, provocando en nosotros un interés cada vez más recurrente, poniendo a prueba todos nuestros sentidos, compenetrándonos y haciéndonos parte de cada palabra y hechos, como si fuéramos los mismos personajes. Estos cuentos grabados en la memoria como los personajes míticos; el mohán, la patasola, la llorona, la madre de agua y hasta el mismo personaje travieso y malicioso: “el duende”;   forman parte de nuestras vivencias. La ubicación exacta del lugar cumple la función de dar veracidad a su relato, en cuanto al tiempo, es impreciso debido a que lo más importante, es dónde ocurrió el hecho y no el cuándo. Las historias narradas oralmente, tienen un gran valor en cuanto a su información cultural, la oralidad es el vehículo ideal por el que se transmite esta cultura.

Por otro lado, Colombia, es un país que ha sido vulnerado históricamente por la guerra, el conflicto, la desaparición forzada, la corrupción y la impunidad, entre otros. Sin embargo se han escrito las páginas de su historia desde el tradicionalismo heroico, resaltando los personajes aparentemente  “importantes” de la sociedad, y olvidándose de todas y todos aquellos que también hacen historia.

En la vida cotidiana las funciones sociales de la música popular están relacionadas con la creación de la identidad, con el manejo de los sentimientos y con la organización del tiempo. Cada una de estas funciones depende, a su vez, de nuestra concepción de la música como algo que puede ser poseído. Desde esta base sociológica, podemos abordar ya las cuestiones estéticas, podemos entender los juicios de los oyentes y concretar algo más la cuestión del valor de la música popular. En al menos los últimos cincuenta años la música popular ha constituido una vía fundamental para aprender a entendernos como sujetos históricos, con identidad étnica, de clase y de género, ya que esta música popular puede poner en juego el sentido de identidad, el cual se podrá acomodar o no al modo en que nos situemos respecto a otras fuerzas sociales. 


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