Todos somos sujetos de la
historia, nuestra vida y experiencia se entreteje con la vida y experiencia de
otras personas, y así se conforma la gran red de las sociedades en el tiempo.
De ahí que nuestro testimonio de lo vivido sea valioso y merezca ser recordado
en la reconstrucción de la historia.
Por lo tanto en una sociedad
los habitantes se convierte en protagonistas de su vida, surgen dialogo que entrelaza la escritura, la cual es
de suma importancia, donde la palabra es sagrada y la función de ésta, está en
la cotidianidad afianzando no solo los lazos de comunicación sino de la
identidad misma.
Los relatos orales son
transmitidos de generación en generación, de boca en boca, a través nuestros
abuelos, tíos y amigos, que más de una vez nos dejaron asombrados y perplejos
con maravillosas historias de miedo, provocando en nosotros un interés cada vez
más recurrente, poniendo a prueba todos nuestros sentidos, compenetrándonos y
haciéndonos parte de cada palabra y hechos, como si fuéramos los mismos
personajes. Estos cuentos grabados en la memoria como los personajes míticos;
el mohán, la patasola, la llorona, la madre de agua y hasta el mismo personaje
travieso y malicioso: “el duende”;
forman parte de nuestras vivencias. La ubicación exacta del lugar cumple
la función de dar veracidad a su relato, en cuanto al tiempo, es impreciso
debido a que lo más importante, es dónde ocurrió el hecho y no el cuándo. Las
historias narradas oralmente, tienen un gran valor en cuanto a su información
cultural, la oralidad es el vehículo ideal por el que se transmite esta
cultura.
Por otro lado, Colombia, es
un país que ha sido vulnerado históricamente por la guerra, el conflicto, la desaparición
forzada, la corrupción y la impunidad, entre otros. Sin embargo se han escrito
las páginas de su historia desde el tradicionalismo heroico, resaltando los
personajes aparentemente “importantes”
de la sociedad, y olvidándose de todas y todos aquellos que también hacen
historia.
En la vida cotidiana las
funciones sociales de la música popular están relacionadas con la creación de
la identidad, con el manejo de los sentimientos y con la organización del
tiempo. Cada una de estas funciones depende, a su vez, de nuestra concepción de
la música como algo que puede ser poseído. Desde esta base sociológica, podemos
abordar ya las cuestiones estéticas, podemos entender los juicios de los
oyentes y concretar algo más la cuestión del valor de la música popular. En al
menos los últimos cincuenta años la música popular ha constituido una vía
fundamental para aprender a entendernos como sujetos históricos, con identidad
étnica, de clase y de género, ya que esta música popular puede poner en juego
el sentido de identidad, el cual se podrá acomodar o no al modo en que nos
situemos respecto a otras fuerzas sociales.
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